Publicado el 03/04/2010 - Actualizado al 13/02/2024
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Piénsalo bien. La diferencia no ayuda a tu marca. Y cada vez menos. Así lo expresaba Ramón Ollé en una entrevista a cuatro manos junto a Antonio Monerris (dos grandes) para Foxize. Decía: «déjate de obsesionarte con la diferenciación y empieza a preocuparte por la relevancia».
Es que la diferenciación nos ha dejado cosas curiosas.
Muchas marcas raras.
Extrañas.
También, muchas marcas sin sentido aparente.
Es la consecuencia de ir fraccionando el mercado en categorías y subcategorías… Y la cosa no da para más. David Aaker lo lleva advirtiendo desde mediados de los noventa (es decir, desde antes de la crisis).
La diferenciación por sí sola es algo muy similar a manipular genéticamente las marcas: les ponemos un poco más de todo, pero con el foco equivocado. Altas, bajas, gordas, flacas… La diferencia se relaciona con la competencia: ¿cómo destacar? ¿cómo no seguir las reglas de juego? ¿cómo hacernos distinguir? La diferenciación trabaja cómo hacer una marca distinguible de otra. Y aquí acaba.
Te veo, pero no me importas. Porque no me entiendes y porque no te creo. Eso es lo que dice cada consumidor cada vez que le tratamos desde la diferenciación. Somos su ruido.
Aaker asegura que el enfoque por la relevancia de la marca es un punto de vista cualitativamente diferente. Lo define como «el mejor camino para el crecimiento real y la ejemplaridad». En su opinión, debemos gestionar las marcas para estar más cerca de la toma de decisiones.
El concepto de relevancia vinculado al branding tiene que ver con el consumidor y con lo que considera que tiene importancia y significación en su vida.
Si la diferenciación se limita a ver la competencia y responder con esteroides de algún tipo, la relevancia mira al consumidor y trata de construir una propuesta de valor memorable para su contexto concreto. Como dice Aaker, se trata de que los competidores sean «intrascendentes», «invisibles» y «poco creíbles» para la nueva categoría que abandera la marca.
Este enfoque por la relevancia de marca obliga a dos premisas que pueden gestionarse:
La categoría debe ser comprendida, visible y deseada (y eso significa gestionar los contextos en los que la marca vive, se expresa y relaciona)
La marca debe ocupar un espacio de visibilidad y credibilidad en la categoría (es decir, la marca se expresa eminentemente en un contexto y sólo tiene sentido relativo en este contexto)
Para ello la marca necesita conectar más estrechamente con los clientes y el mercado. Es lo que Aaker denomina los «esenciales»: sintetizan los beneficios deseados que un determinado grupo de personas aspira a disfrutar (y, por tanto, actúa como barrera de entrada para otras alternativas si no prometen y cumplen).
Este enfoque obliga. Obliga a asumir -eso es lo difícil- que la empresa deberá desplazarse para cubrir unas necesidades y expectativas cambiantes, pero que protegerá su propuesta de valor y su modelo de negocio.
La relevancia es, tal vez, una diferencia significativa. Es decir, una diferencia con significado. Y ese significado es el contexto en el que tiene sentido tanto la marca como la diferencia. Sólo diferencia es tal vez un comportamiento vacuo. La relevancia ubica a la marca en el contexto en el que tiene sentido: en una circunstancia donde la necesidad de compra, las asociaciones y el resto de elementos refuerzan la sensación que se está tomando una buena decisión.
En definitiva, trabajar la relevancia pasa por convertirse en ejemplar. Y eso es muy duro.
Socio director de Comuniza. Cuenta con casi 20 años de experiencia y co-lidera un equipo multidisciplinar de 20 profesionales especialistas en estrategia, identidad e innovación. Es docente, conferenciante y jurado en numerosos premios. En 2010 publicó un libro de branding. Ha impartido conferencias sobre branding y comunicación en más de 150 ciudades.
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