El primer ingrediente es la capacidad de personalizar al máximo el producto que adquirimos. Y que lo percibamos así durante todo el proceso de compra. Que sintamos que ese es “nuestro producto” y que, hablando en términos marquetinianos, todos nuestros “paints” queden cubiertos.
Por otro lado, la comunicación. Pensando sobre todo en mi ámbito, la salud, toda experiencia se debe sustentar en una comunicación fluida, continuada y comprensible entre el profesional y el paciente. Aquí la empatía, la humanidad, las necesidades del paciente y la expectativa de resultados se tiene que poner sobre la mesa. De nada serviría una intervención médica exitosa si le generamos al paciente limitaciones en su calidad de vida que le limitan en un grado extremo.
Y, por último, la que te genera ganas de repetir. La que hace que quieras mantener una relación continuada con la organización porque sabes que cualquier otra organización no te va a hacer sentir lo mismo.
Esto es algo interno, que nos hace no querer buscar más allá, porque sabemos (lo hemos probado, conocemos otras experiencias…) que no vamos a encontrar nada igual.