"Sería muy ambicioso para un ser aparentemente ilusorio querer cambiar un mundo en el que ni siquiera existe"

Unicornio.

¿Cómo es que los unicornios son fake y las jirafas reales? ¿Cómo puede ser que la evolución haya evitado un caballo con un cuerno en la cabeza y sin embargo haya creado la mezcla entre un camello, un leopardo y un alce con un cuello de dos metros?

La recuerdo ahora porque en el momento que estamos viviendo creo que todo el mundo está en busca de este animal legendario por las esquinas de su casa. Hecho el pan en casa, los veinte maratones de Netflix y teniendo la bandeja de entrada del correo electrónico vacía,  no nos queda otra que la imaginación. El unicornio es la criatura que mejor la ilustra.

He leído que en el siglo IV a. C. ya se habían descrito unicornios en Persia y se habían ilustrado en la India, aunque la palabra no se extendió a otras lenguas hasta después de la peste negra. Se convirtió en elemento estrella en centenares de obras del Renacimiento. Más adelante, allá por el año 1.800 los victorianos vincularon el arcoíris a este ser mitológico, porque tenían especial interés en ellos y querían añadirles romanticismo. Muchos años más tarde, en los 80s, el colectivo LGTBIQ acogió los unicornios por su vinculación con la bandera y los convirtieron en mascota oficial. Creo que su último uso, mucho más triste, ha sido como metáfora para hablar de empresas que superan el valor de los 1.000 millones de euros.

No creo que la condicione demasiado. Sería muy ambicioso para un ser aparentemente inexistente querer cambiar un mundo en el que ni siquiera existe.

Imaginaos que apareciese un espécimen de unicornio en algún momento bajo el hielo del Ártico. Algo así como el mamut que encontraron durante una expedición científica. Me imagino el escándalo: los debates televisivos, los memes y los tweets, los negacionistas incrédulos y los unicornistas que ya afirmaban su existencia previa más empoderados que nunca. Ruedas de prensa por doquier, nuevas series de HBO, Disney+, Netflix…

Sinceramente, ahora pensándolo mejor tampoco me parecería tan extraordinario. No más de lo que ya estamos viviendo. Seguramente se normalizaría y el emoji de whatsapp cambiaría de sentido de nuevo.

Si fuera un superpoder, podría ser algo así como una forma kármica de regular a la gente que va con la cabeza más alta de lo que debería ir. Con ella, crecería un cuerno en la cabeza de la gente de poder que no hace bien su trabajo. Cuanto peor lo hicieran, más pesarían sus cuernos. Y tendrían que ir con una especie de silla de ruedas para gente cornuda…